Agarrate, Catalina!

Podrìa hablar tambièn de K., que me clavò un sahumerio prendido en la pierna, y de las veces que escapaba por la ventana de su casa cuando llegaba la madre; o de A., que cargaba una mochila bastante pesada de historia familiar, cuando yo todavìa no estaba preparado para entenderlo bien; o de N, que pese a mi declaraciòn de amor por escrito de muchos renglones, no me diò bola nunca; y sobretodo de R., que volvió a aparecer un día y se quedò, y con la que aprendì lo que era el amor de veras. Pero se pondrìa medio denso, y esto es un blog ajeno, encima. Y estas chicas no fueron elegidas en orden de importancia, sino sòlo para contar un par de historias entretenidas mientras esperamos que vuelva la propietaria; y de paso para recordar aquellos tiempos y ver cuanto ha cambiado. Y de paso (otra vez de paso), por què no, para decirle a todas ellas (aunque ninguna va a leer esto), donde sea que estèn ahora, que lamento haber sido tan torpe algunas veces; y decirles que las absuelvo de toda culpa que pude haberles echado por algo; y que son todas perfectas. Asi como fueron.