No sé bien cómo es que sucede. Te tomás el colectivo, pedÃs el boleto, seguÃs el recorrido. Viajás de noche, sola, te movés por la gran ciudad sin mapa, sabés dónde vas pero no qué te vas a encontrar, te exponés a situaciones nuevas, a contextos nuevos, con algo de soltura porque en el fondo sos vos, que sos la misma, y ya te conocés y eso es una seguridad. Todos Ãndices de adultez, verdad?
Pues bien, en algún momento entre llegar, saludar, sacarte la campera y tomar la copa de vino, o tal vez antes, o después, por algún motivo oculto, secreto, odiosamente esquivo, te sobreviene esa angustia infantil. No es una angustia nueva. Es la misma de los 13. Esa mismÃsima de la primera semana de clases en el colegio nuevo y con ese uniforme horrible, con todos esos compañeros desconocidos con tanta historia juntos, con relaciones tan aceitadas, y vos tan oxidada, tan lejana, tan ajena ahà metida, ahà en el medio.
No es hoy el tÃpico miedo pero renovado. A eso voy. Es la misma sensación de garganta inundada. El mismo recorte de Catalina pequeña de movimientos absurdos, y tan larga y lánguida y tan imperceptible, hecho presente. ¿Pero cómo anacrónicos demonios?
Es como el olor a primavera y no se me ocurre otro ejemplo menos trillado. No es necesario que sea primavera, ni que haya un malvón o un clavel del aire delante de tus narices. Es una ráfaga que te llega de repente que podés asegurar cien por cien que es olor a primavera. Bueno, lo mismo con esa angustia niña. Esa que vuelve. No, mejor, no vuelve, porque no se fue, ni ha mutado, simplemente se apersona en tu (mi) persona. Aletheia, Aletheia, existe por ti y para ti, desde ti y hacia ti y entre todos tus tis.
Bueno, fue. El papel de la vÃctima-victimosa no es lo mÃo, no me gusta, no me cabe. Le digo NO al protagónico de la desprotegida, la débil, la desposeÃda. Yo todo lo puedo, o todo lo intento sÃ, asà me planto. Yo soy la que recibe y cobija bajo el ala, la que ofrece y contiene, no la que se arroja a la buena de la caridad del prójimo.
Es nomás que a veces necesito mucha ayuda. Y eso es muy diferente.
O será simplemente que tengo talento para el drama y no justamente el de “actuando los personajes y no mediante el relato�, y una vez más otro tenga razón y todo se resuma a:
“Es que vos también Catalinita, le izás la bandera a cada prócer!�