Agarrate, Catalina!

Hace poco más de 4 años Pablo me mostraba la Crema Catalana en un bar escondido en el Barrio Gótico de Barcelona. Vino con dos vasos llenos, con mucho hielo.
- Pero de esto no me habías hablado! Le dije al muchacho que en la etapa de "entrenamiento de mochileras 1" me había facilitado mil y un detalles de alojamiento, transporte, comida y demases no-to-lo-pierdas.
- Ah, ¡alguna sopresa me tenía que guardar! Me contestó.

Al volver hablé tanto de la Crema Catalana que Maca me lo hizo notar. Cada vez que yo decía Crema Catalana, el me interrumpía: Crema Catalina.
Si, me resultó muy simpático y me lo quedé.

Pablo volvió y poco después se instaló en España. Pucha, pensé. Tanto cuesta encontrar gente que realmente valga la pena, no está nada bueno que se vayan lejos. Y además todo el resto: que quienes tan cercanos se van, y lo que nos quedamos ¿qué hacemos? ¿los seguimos? Y todo este desbole de calles tomadas y policias corriendonos, ¿se acabará?.
Hoy me acuerdo de toda esa incertidumbre como si hubiera sucedido hace 20 años, pero no fue hace tanto.
Hace unos días nos encontramos a tomar un laaargo café, que fue Quilmes e historias muchas. No estaba solo, claro, estaba con Anna, una catalana tan encantadora como él.
Los vi tan bien, tan enteros. Y me reí tanto con sus usuales puteadas kilométricas y su forma de contar las cosas en el modo Se-trata-de-un-lamentable-error-o-efectivamente-me-están-tomando-por-boludo, que de verdad dudé que la distancia Buenos Aires / Girona fuera tal.

Ah, y desde entonces que no dejo de sonreir.