Agarrate, Catalina!

Namber Nain Namber Nain Namber Nain...

lunes, 21 de noviembre de 2005

 

y así cerramos un año pleno de éxitos...

Salimos a comer, mi amiga R, la nena y yo. En la pizzería la nena repitió Coca-Coca-Coca hasta que le trajeron una, con vasito de vidrio de su medida y todo. R y yo, pedimos una cerveza, que viene simpáticamente acompañada del combo "palitos, maníes y aceitunas". La nena se apropió de la bandeja tripartita y mientras agarraba con sus deditos de alfiler repetía en orden y a modo identificatorio: palito (ídem), tuna (aceituna), poroto (maní). Cuando se le llenaba la boca y tragaba volvía al Coca-Coca-Coca. Nosotras participamos de su coloquio casi todo el tiempo. Asentíamos: muy bien, eso es una aceituna; qué ricos están los porotos; qué bien cómo tomás del vaso; cuidado mi amor con el carozo.
Cuando llegó la pizza la nena ya estaba pipona, así que se bajó de la sillita para seguir con su vida, si después de todo es de lo más normal tirarse de panza al piso, hablar con el celular de Barbie, querer servir Coca en los vasos de Cerveza e ir por todas las mesas repitiendo nene-nene-nene cada vez que encontraba a alguien menor de 15 años. Al suelo no que te ensucias la remera, dejá comer tranquila a la gente, las manos ahí no que está todo sucio, charlábamos y creo que además R me comentó que lo vio a Tognetti en la Creamfields (con una no-vi-a-pe-ti-sa) y que P le dijo que me vio en el tren con alguien, a lo que yo respondí que la tesis en marcha por eso había estado en la hemeroteca del Congreso y que M se va a España en un mes.
La muy puerquita se estaba portando mal, sí, pero cada vez que me miraba me decía ¡Hola! Como si recién me viera, y como le gustan mis gatos me llama Cati-Catulo (mi gato) así que yo a su capricho le hago el aguante.
De la pizzería más bien huimos porque a la criatura se la llevaba el demonio. Cruzamos a la heladería. Pensé que ver todas las tapas misteriosas y los muchachos de blanco agitando el antebrazo y amasando a pura espátula la crema era algo digno de ver, así que me la calcé en la cintura y nos pusimos a mirar juntas el espectáculo. Cada vez que un heladero pasaba por delante nuestro ella le gritaba heladito- heladito-heladito y nos faltaban 12 números. Claro, es dificil ignorar esa vocecita 43 veces y un heladero le dio de premio por la constancia una cucharota de crema. La nena sabe.
Ya era hora de volver, así que esperamos en la remisería más cercana durante 20 minutos. La criatura, ya satisfecha de dulce y de salado, decidió gritar y gritar porque gritar le venía en gana y dado que ninguna artimaña de su madre logró convencerla de que no era la mejor actividad social, decidimos hacerla caminar 12 cuadras hasta mi casa, a ver si se cansaba un poco. Las primeras 4 corrió, las dos posteriores pasó la mano por cuanta pared mugrienta encontró. Cuando amagó a cruzar la calle la alcé y sanseacabó lo que se daba señorita. Y así llegamos a casa, sacándonos todas las hebillas del pelito y cantando la canción de la gata Carlota y algunos hits de Miranda.
Cuando entramos R le tanteó el pañal, lo encontró seco y se preocupó: no había hecho pis en 6 horas. Le pregunté: reina, ¿querés ir a hacer pis al baño de la tía?
Si.

Y así fue cómo mi sobrina hizo pis en el inodoro por primera vez.

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