No voy a negar que la sonrisa me sienta bien. No necesito que me lo digan. Lo veo en el espejo.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte tengo que reconocer que comenzò a inquietarme. ¿Serà que verdaderamente la gente cambia? me preguntaba.
Me extrañaba.
Me extrañaba.
Hasta que ayer por la noche, mientras divagaba evitando hacer no se què cosa urgente y provechosa, me indignè tanto con mi vida que lleguè a mi epicentro: hay algo en todo esto del bienestar que tambièn es una jodida mierda.
Bienvenida a casa. Me extrañaba.