Agarrate, Catalina!

Namber Nain Namber Nain Namber Nain...

martes, 15 de agosto de 2006

 

I´m the one that I love, uh uh uh. (II)

A la pequeña Lu, mi step inspiradora.

La voy a hacer corta: me anoté en el gimnasio. "El" gimnasio. Es para mujeres, aunque más bien parece para humanoides en rehabilitación de drogas duras, cuya erosión neurológica se nota, en primera instancia, en la desaparición de la motricidad fina. Ojo, eso en la clase de prueba fue un aliciente, porque físicamente yo casi califico. Igualmente no fue viendo a mis compañeras en calzas moverse que pisé el palito. Fue un rato antes, cuando la dueña-profesora-recepcionista me dijo que disponía de lockers para que yo dejara mi ropa de ejercicio (y todo fuera así más práctico) y que el pase libre costaba solo $35. Y cuando yo pensaba "?el mejor precio del barrio" remató: bimensuales. Oh por dios. ¿Es acaso esto una fachada, la puesta en escena del más vil experimento psicológico, y detrás de esos potus hay micrófonos prestos a registrar la excusa más burda que puedo inventar para no tener que mover este cuerpo? ¡Pues sepan que han sido demasiado obvios! ¡Qué no caeré en la trampa y nos les daré material de análisis! Si el gimnasio es casi gratis ¿por qué no me habría de inscribir y lanzarme al mundo del entrenamiento desenfrenado? ¿Eh? Bueno porque... Y me anoté.

La clase de prueba, les decía, fue bastante suave. Mirando al espejo frontal y comparando (porque las comparaciones son siempre odiosas pero no siempre odiosas en detrimento de mi estima) comprobé que se puede estar peor y hasta mucho peor.

Así que a la clase de hoy fui con buenos ánimos de lucirme estilizada. Si, era mi momento de lucir mi figura símil bicho palito antes de que todas se percaten de la rigidez de mis tendones y mi falta de coordinación de extremidades inferiores y superiores. Pues bien, llegué airosa bien temprano, tan temprano que aún estaba a tiempo para hacer la clase anterior a la mía, y embalada como estaba, me anudé las championes y me metí en el salón. El profesor estaba de espalda, eligiendo la música. Puso Play y empezó el PuM PuM PuM PuM, a los tacos, motivador de saltitos por vibración del suelo pero por sobre todo porque el bochinche genera un estado de sálvese quien pueda más fuerte que todas las preguntas existenciales internas. Yo salticaba, me disponía a la coreo de calentamiento, cuando el profesor se da vuelta y grita:

¡¡¡POSICIÓÓÓN DE COMBATEEE!!!

¿¡Qué qué lo qué?! ¿¡De qué demonios me hablas willis!?

Miré estupefacta a mi alrededor, las muy puercas se habían levantado de sus sillas de ruedas y hasta la más rolliza tenía su puño en alto...

Si, era una clase de Kick Boxing.

Bueno, qué más puedo comentarles. No me podía retirar sin que fuera demasiado notorio, así que me la banqué como buen soldado raso. Tiré una cantidad de piñas al aire que seguramente no alteraron la órbita del planeta, pero ciertamente me desencajaron los codos. Sobre mi capacidad de patada no voy a hacer mención, seguramente alguna de las resentidas de mis compañeritas estará aún atragantada de risa porque no puedo levantar mis piernas más de 45 grados. Eso si, si sos enano, cuidado conmigo, porque de un ancazo te desmayo.


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