Agarrate, Catalina!

Namber Nain Namber Nain Namber Nain...

martes, 3 de octubre de 2006

 

Dime con quien andas... pero hacémela fácil.

Yo no sé, sinceramente, que ha pasado con en este tiempo con la denominación de las relaciones amorosas. Las relaciones son un quilombo de por si, ok, no hay una igual a la otra, ni por sus contextos, ni por sus condiciones, pero en el afán de nombrarlas todo se volvió ambiguo hasta límites jocosos. Antes, cuando yo era chica, la cosa se escalonaba de manera bastante simple: gustabas de un pibe, era tu novio, era tu ex, era tu marido, era tu ex y basta. Quizás reconocías la palabra filito, que estaba en desuso ya, y la categoría amante, bien de novela mejicana. Pero no pasaba de ahí. Además siempre estuvieron los códigos internos. Cuando mi nona me quiere preguntar por los novios de mis amigas me dice "¿Hace cuánto que fulanita se habla con tal?". O cuando quiere ser despectiva te lanza un "¿De dónde se rascó ese machote?" y cierra el puño (lo juro). Bien, más allá de estas excepciones, de un tiempo a esta parte han proliferado categorías aberrantes.

El amigovio es un engendro de término digno de esas madres que andan comentando en ocasiones sociales que nos están creciendo la tetitas o que al Fede ya le salieron pelitos en las bolitas, término que además Cris supo usufructuar a título oneroso (el contador me tiene loca). No se me ocurre peor humillación (bueno, si, se me ocurren y varias.) que una madre gritando a los cuatro vientos y con cara picarona que su hija, que está parada al lado suyo, tiene un amigovio. Imagínense, si es que no lo vivieron, el desbole mental de la criatura que está procesando aún porqué el chico que le gusta le mete la lengua hasta la garganta y si se está convirtiendo en una puta barata por dejarse tocar un poco el culo, que debe además lidiar con una categoría tan repulsiva: amigovio, ojito que aún no podés tener un novio, pero si un amigo que te toca el orto y es un agobio.

Otra contracción, aunque algo más divertida, pero igual de pelotuda es el amigarche. El amigarche es ese flaco que te la pone y vos te dejas porque te gusta y te calienta y no te cierra demasiado todo él y sus modos pero es buena onda y, con algo de suerte, la pone con destreza. Faaa, qué largo. Pero basta de patrañas: es cuando él quiere. Él tiene el absoluto dominio, si bien no de tu vida, de la situación. Porque lo más genial del amigarche es que te alimenta el "sentirte deseada" más que atendida. Entonces siempre lo mejor es esperar que el amigarche se apersone, y si una se quiere hacer la loca y solicitarlo con urgencia, bueno, lo más probable es que con toda la buena onda responda que no puede justo hoy, y esa es la clave destructora de orgullos: no somos prioridad y si eso no lleva a un corte abrupto, es el comienzo de un lento alejamiento amigable. Y felicitaciones a todos los que les calce bien esta opción pero la parte ami- de todo esto es una falacia: porque amigos son amigos en las buenas y en las malas.

A propósito de los amantes de telenovela, tanta ficción latinoamericana al respecto, tanta sede de escuela freudiana en el conurbano, tanto éxito de maitenas y talk shows a las cuatro de la tarde, no podían hacer otra cosa que agotar el tema. Resulta que ahora está tan dicho todo, es tan obvio que él no la va a dejar, las tretas de la infidelidad están hechas libro, historieta, chiste feminista y de salón, que ahora el amante está demodé. Ahora se usa el compañero de trabajo con gran conexión espiritual. O sea, la conexión se profundiza sobre todo en los 15 minutos de charla entre polvo y polvo en el turno corto de en horario de almuerzo o after office. En mi barrio le dicen trampa pero ojo, el planteo es del todo diferente: está muy claro que lo de ellos es imposible y aún así están conectados cosmogónicamente. Qué alguien me cuente la otra campana, porque del lado que me toca les juro que es un dolor de huevos (!) este enfoque superado-urbano-conciente-espiritual-cultural de situaciones que se pueden ver calcadas de las películas de Olmedo y Porcel.

En otro orden de cosas, es estadístico que la gente se casa menos. La nueva tendencia es la convivencia. ¿Niguna novedad, verdad? Esto es algo que se ha ido acentuando en los últimos 15 años. Y pasado ya el enfrentamiento entre los jóvenes que aborrecen las institución del matrimonio y los viejos que veían en esto el claro signo de del advenimiento de alguna langosta pandémica y el posterior acabose de la sociedad, bueno, parece que los que planean convivir, ya ni saben porqué no se casan. Así las cosas, aparentemente esto de tener una novia y mudarte con ella y que siga siendo tu novia, es una falta de reconocimiento al compromiso tomado que les influye directamente en el tamaño del pene. El otro día escuchaba a mis compañeros, todos varones, hablar de sus desventuras amorosas y escuché algo que me hizo correr la vista del monitor y mirarlos con desconcierto. Uno tenía decidido pelearse con la novia y otro le reconocía un plus de dificultad en la situación porque no sólo era la novia sino que además "casi se iba a vivir". ¡¡¿¿Pero qué carajos significa eso??!!. Como cancheritos midiéndosela un tercero retrucó: -Yo también "casi me voy a vivir", y me pelié el domingo-. ¿¿¡¡Qué ondas??!! A ver, hasta donde yo sé, vivis con alguien o no, y si alguna vez pensaste en mudarte, hablaste de que con lo que te ahorrarías en telos te alquilás un monoambiente, o te acaramelaste pensando en la gloria de un despertar juntos cada día, lamento decirte que te superfelicito y te deseo la mejor de las suertes, pero eso no cuenta como categoría de relación. Además, diculpenmé, pero si yo miro la Rai no es que sea casi italiana, y si puedo recitar: Nos los representantes de la Nación Argentina, no es que casi me sepa la Constitución. que este punto es algo más arbitrario que todos los demás pero ¿"casi me voy a vivir"?, me tuve que comer la ganas de decirles "casi que son unos pelotudos".

En fin, que por casa cómo andamos: no tengo nada que cotar. No tengo novio, pero él conoce a mi familia y mi madre lo alimenta con esmero.


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