Agarrate, Catalina!

Cagamos, (pensé) está loca loca loca y ahora ¿cómo me la saco de encima? Tengo que reconocer que la vehemencia de esta petisa regordeta me generó un fastidio recalcitrante, pero no sé si por instinto de supervivencia, o docilidad imbécil, apenas terminó de mandonearme me incliné levemente y le pegué una olida fugaz a su cachete sudoroso.
Me enojé mucho con mi reacción (¿¡Qué sos pelotuda o te gusta andar oliendo a cada esquizofrénico que te levanta el tono?!), pero la otra opción instantánea era darle un trompis y no es mi estilo. Además no sé si es que ya estamos en octubre y mi capacidad de discernimiento está algo cascoteada, pero entre todas las cosas que me pasaron por la cabeza existió la pregunta: ¿y qué tal si lo que me pide es parte de un contrato de convivencia acorde a una sociedad más justa? (Lo juro)
¿Qué olor tenía? Una mezcla de perfume muestra recién vaporizado y de chivo de mediodía caluroso y húmedo sobrellevado con blusa de material sintético.

- ¿Es rico?
- Si, si, es rico.
- ¿Pero qué es? ¿Kenzo, Charlie?
- (¿pero qué caraaaajos?) No sé, no sé, pero está bien. Es rico.
- Es que voy a una entrevista de trabajo piba. ¿Está bien este perfume?
- Si, si. Andá tranquila (Y ojalá que te toque el examen psicológico con uno de tu grey)
- Bueno. Chau piba.
Y se fue. Desencastró su rodilla de la mía y movió su cuerpote sudoroso hacia Lacroze. Me quedé en shock de espanto, fastidio, y sobre todo estupor porque antes de tenerla más de tres pasos me di vuelta y le dije:
- Chau flaca. Suerte.