Agarrate, Catalina!

Namber Nain Namber Nain Namber Nain...

domingo, 15 de abril de 2007

 

To-do:

Bueno, lo prometido es deuda. Para qué negarlo, con el paso de los días lo que parecía un sinfín de anécdotas sin igual se va pareciendo más a un fin de semana playero, cuyas elecciones económicas y culinarias, sumadas a ciertas cuestiones de salud, lo salpican de algunas esquirlas bizarras y tragicómicas.

Para empezar, como dije, compramos los pasajes a Gesell con 28 días de anticipación y el muchacho vendedor tuvo la gracia de entregarnos los primeros asientos del primer piso, con el leitmotiv "no se ve la tele, pero por las películas que pasan mejor ni verla, y además dicen que son los mejores asientos si chocas, porque te moris en el acto". No nos importó un carajo, porque morirse se mueren los viejos y además quien no da la vida por irse a Gesell (?).

Así que salimos con nuestros pasajes locos de contentos y lo demás fue cuenta regresiva. (cabe mencionar que durante tal cuenta no podíamos comunicarnos con el hotel que nos hospedaría por el único precio que podíamos pagar y que sin excepción se sucedieron en las primeras planas de los diarios noticias sobre horribles choques de micros de dos pisos). Tampoco nos preocupamos, si no conseguíamos alojamiento era poque nunca llegaríamos a destino.


En el viaje de ida el micro se descompuso en Dolores y hubo que esperar dos horas a que otro viniera a recogernos. A mi mucho no me importó, porque estaba en el 5to sueño y de vacaciones pero tuve algún momento de lucidez como para escuchar al infaltable viajante enardecido de furia que prometía juicios y palizas ejemplificadoras a los choferes (?).

Llegamos a destino a las 8 de la mañana y caminamos 3 cuadras hasta nuestro hotel. En la puerta nos esperaban 2 perrotes pulguientos y la puerta la abrió el dueño del lugar, con una remera violeta manchada que apenas le tapaba el ombligo. Muy hospitalario, nos reconoció enseguida: "Los que vienen de parte de Aguilar" (¿?) Salvo que yo no conozco ningún Aguilar, el resto de los malentendidos se solucionaron inmedatamente y pasamos a nuestra suite. Una horda de ácaros nos dio la bienvenida y como el día estaba divino, dejamos todo y nos fuimos a la playa.

Qué genial esto de los piecitos en la arena y el agua que uh, ah, que fríalaputaqueloparió.

Nos sacamos 138 fotos digitales, de las cuales solo podemos mostrar 3, porque en las otras 120 estamos realizando algún tipo de ingesta (léase hamburguesa, ensalada, papas fritas, helado, milk shake, medialunas, café con leche, churros, leche chocolatada, etc etc), y en las otras 15 se nos ven las melenas enloquecidas por el viento y la arena o bien los rollos ocasionados por quién sabe qué.

En el hotel teníamos pensión completa por lo que compartimos varios momentos en el salón comedor con:

- un grupo de cuarentonas de "viaje de cuarentonas" que se reían con voz chillona y siempre que prestabas atención estaban hablando de hombres,

- con un hombre de ojos saltones y enrojecidos que compartía la mesa con una serie de chicos y señoritas de dudosa familiaridad y que vestía cada día una camiseta de futbol diferente.

- una familia compuesta por una madre en sus cincuentas, émula grotesca de Goldie Hawn, con pómulos y labios espantosamente inflamados de colágeno, con dos hijos veinteañeros, uno con algún tipo de deficiencia mental (comía con la cara pegada al plato y sino miraba al techo con la boca torcida) y otro lookeado como un metal rocker, vincha negra, remera haciendo juego y una novia morochita siempre a su derecha.

- un hombre rata, que aparecía furtivamente de la cocina e intuímos que era el encargado de llenar nuestras paneras y cortar nuestros tomates, y también abrirnos la puerta del hotel a la madrugada a cambio de una cómoda caja de aserrín y mendrugos de pan.


Por cierto, quisiera retomar a nuestros compañeros los ácaros, que no solo nos dieron la bienvenida, sino que se quedaron lo suficiente y hasta hicieron barricadas como para vencer 3 nebulizaciones con ventolín y una noche a las 3 de la mañana me despierta un golpecito en la espalda y la frase:

- Vos quedate tranquila, yo me voy a la salita y vengo.

- ¿ Mmmmñññeeeehhh? ¿a-dón-de-vas-a-ir?

Y salimos presurosos con abrigos playeros a la salita a buscar un nebulizador de guardia, porque dos de nuestros cuatro pulmones amenazaban con cesar sus funciones a la brevedad.

En fin, a fuerza de ser honesta y moderar la parcialidad en mi relato, tengo que hacer mención de los partidos de tejo (de ese tejo en el que sale airecito de la cancha) en los que no pude meter un maldito punto (ni en el primero ni en la revancha). Lo cuál me lleva a la rápida conclusión de que mi padre me dejaba ganar y eso me hacía tan feliz y es tan bueno mi papito y mi infancia tan preciosa pero claro la vida es dura, crecer no es fácil, el amor no es fácil y sufro sufro porque no entra el maldito tejo, pero después le gano una carrerita al Daytona USA y tomááááá tomááááá, arrumaco va arrumaco viene todo vuelve a su sano equilibrio-

FIN


Epílogo: en el micro de vuelta nos tocaron asientos bien traseros y el endemoniado chofer no se dignaba a prender el aire. No faltó el viajante iracundo que amenazó con enjuiciarlo y después pedir el libro de quejas (!). Ahora si que me quedé tranquila.



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