Agarrate, Catalina!

Este roedor oficinezco abandona furtivamente su cubículo para violar la intimidad de nuestras tareas. Se levanta con la excusa de ir al baño o a la cocina y con total desparpajo te pispea la pantalla. Te hace un scan rápido y completo sin el menor recato. Otros se te acercan al escritorio en plan amistoso y después del primer comentario cogotean bruscamente hasta tener una foto nítida de tu monitor. ¿Pero qué es lo que mirás, salame? ¿Querés la clave de mi gmail y lo revisas más tranquilo? ¿O acaso aprovechás a leer Clarín en mi máquina porque en la tuya sólo abrís el excel, marmota? Y no es que yo tenga algún tipo de temor de que este ratonzuelo hambriento de cuestiones ajenas me vea abierto el fotolog de mis amigos - que me es imprescindible revisar cada mañana - sino que a veces, bueno, una foto de una despedida de soltera no es lo que elijo como carta de presentación en el ámbito laboral.

Juro que he visto el recorrido veloz de su mirada metereta no sólo por la página abierta, sino también por las pestañas minimizadas. A veces termina su vuelta saltando del monitor a los ojos, y luego sigue de largo, dejándote expuesta y sin devolución alguna de lo que el muy profanador de intimidades se ha enterado. En otros casos lindantes al colmo del tupé te hace un comentario ad hoc: "Fin de mes, hay que calcular comisiones"(!) , "Ese video del mago que se cambia de ropa en un segundo es increible ¿Eh?".

Sería ciento por ciento más honesto que me pidieras un Print Screen, flaco- Y así a provechás para leerte esto y para quedar advertido que un día de estos vas a abrir tu cajón del escritorio y vas a encontrar pegado a tu pequeño kit de higiene personal un Post-it que diga: "de onda, va siendo hora de que reneuves tu cepillo de dientes".