Agarrate, Catalina!

Namber Nain Namber Nain Namber Nain...

lunes, 10 de septiembre de 2007

 

Una pila de vida

Hace unos días que no tengo mucho que decir. Estoy muy muy mirando hacia adelante, con un objetivo pequeño y claro a corto plazo. Ando al trote corto, un poco obligándome a trotar, otro poco acordándome de que cuando engancho en ritmo, bueno, modestamente, trotar me sale lindo. Eso me debe haber distraído un poco de mi usual tendencia a los balances y las revisiones, y mi inclinación a las nostalgias porque si. Pero aunque yo no me haya encargado del balance, alguien más se encargó de mostrarme que es lo que ha sido este último año y el viernes pasado dejó un cosito tirado a los pies de una señora que, como yo, cuando empezaba a oscurecer, esperaba que llegara en colectivo para volver a casa.

Un cosito tirado en el piso, eso.

Y bueno, si es que quiero que entiendan a que me refiero, entonces tendría que contarles que mi pen drive funciona cada vez peor, ya no puedo programar radios, por lo que escucho una sola, y si quiero buscar otra tengo que recurrir a la voluntad díscola de un palanquita que no importa si la movés a la izquierda a la derecha, nunca sabés si subirá o bajará en el dial, o directamente no se moverá. Y lo mismo sucede si querés cambiar de carpeta de música, o pasar una canción. Lo más probable es que no quiera avanzar o retroceder y ahorrarme esa canción que no quiero escuchar, o que cuando logre que se mueva el selector, pase por alto la canción que sí quería escuchar. Y como está tan roto, y tan feo, me da mucha bronca tener que gastar todas las semanas 3 pesos, 3 pesos 20, 3 con 50 y hasta 4 en comprarle una pila, porque pucha, después de todo, si no escucho la radio, tengo una hora de viaje tan violenta, de tiempo muerto, de transcurrir sin hacer nada, con el derrotismo de un día más de oficina, haciedo un esfuerzo muy grande por divagar por ideas superficiales, no sé, que robo casinos con Brad Pitt, ponele, pero con el Brad Pitt del Club de la Pelea, o mejor con Edward Norton, y que yo tengo el pelo lacio y una vincha, no sé cualquier cosa, pero sin tener que pensar dónde carajos va mi vida, dónde carajos estoy yendo con estas fachas, y este cansancio, en el 166 y a esta hora tan cobarde*.

La cuestión es que yo uso pilas recargables, no compro pilas. Tengo dos pilas que recargo y aunque duran un poco menos, me ahorro no la plata, sino el disgusto de gastar plata en mi mp3 vetusto y caprichoso. Pero claro, la señorita nunca se acuerda de poner las putas pilas a cargar. Debe ser que me pierdo en mis aventuras imaginadas, qué tilinga, o que me entretengo pensando en un juego de palabras, qué romántica, o que me la paso haciendo clicks en blogs que me aburren, qué (pos)moderna, o que me preocupo mucho y me ocupo poco, qué enferma; pero llega el día, siempre llega el día, en que se me acaba la pila y no tengo la otra cargada y ardo en tinieblas furiosas ¿qué pelotuda tiene pilas recargables y no las carga? ¿La pelotuda romántica, la posmo, la tilinga, o la aburrida? Todas esas soy yo: la muy pelotuda que no cargas pilas y entonces quiero mandarme a mi y a todas las demás bien a la mierda**… Y entonces… ¿qué hago? ¿me compro una pila?

Al carajo, pensé el otro viernes. Al carajo con la pila. Si la radio está muda leeré carteles, o escucharé la conversación de alguno por celular. Y así indignada llegué a la parada del colectivo, estaba tercera, detrás de un chico, y de una señora. Y entonces le miro, como es de rigor, los zapatos a la mujer, y pegadito al taco ancho horrible veo un cosito. Un cosito que no se veía bien porque estaba oscureciendo.

Rodaba.

Era una pila triple A.

Llegó el colectivo, avancé, me agaché rápido y la agarré. Escuché la radio hasta llegar a casa, contenta por la deferencia del destino para conmigo-.

Y algo así fueron mis 27.

Veremos qué me depara el año nuevo.





* Gracias, Alfonsina. Gracias por todo, y por todo, gracias por ser casi un oráculo, intuyo que contra tu voluntad, ay si me vieras abrir tu libro y señalar aleatoriamente un verso, para encontrar un respuesta. Gracias por todo eso. Catalina y mi apellido, agradecida.**

** Gracias, Oliverio. No, gracias a usté.


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